jueves, 12 de abril de 2012

En los días que estuve alegre, siempre me falseé, siempre creí en lo que no soy, la vida color rosa, etcétera. En las noches en que me sentí tan mal como para llorar a gritos, no lloré a gritos sino silenciosamente, tapada por la almohada. Pero ahí también uno exagera. No se puede ser lúcido con el pecho hinchado de congoja, o desesperación. Solo para mi, claro. Que lo demás cuelguen sus etiquetas: hipocondría, neurastenia, luna. Yo he llegado a un pacto conmigo misma y por eso lo llamo desesperación. Éste es el momento, estoy segura, porque no estoy alegre ni desesperada. Estoy como decirlo, simplemente tranquila. No, ya me falseo. Estoy horriblemente tranquilo. Así esta mejor.

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